domingo, 3 de marzo de 2013

Salitre y eucalipto

La conjunción de estos dos términos, aparentemente antagónicos, son la definición que mi amigo Proteo, mariñano de pro, aunque nacido y residente en Madrid, ha sabido plasmar en dos palabras la Mariña Lucense, sin más aditamento innecesario.

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Llevaba días con ansia de llenarme de esos dos aromas, pero la pesca en la mar no es como en el río. Mandan los elementos, no bastan las ganas, tenemos que conjugar una serie de factores, vientos, mareas, estado de la mar, ocasos, etc., y entre unos y otros se me había ido todo el invierno sin poder acercarme a disfrutar esos olores, a ser salpicado por la ola, a que el nordés te acaricie la cara con su aliento helador, a hacerte desaparecer de las arenas de la playa mientras eres envuelto por una oscuridad solamente rota por la espuma de las olas, coronadas por un halo de plata en su cresta, destacando su trémulo reflejo entre lo más negro de la mar infinita; al sonido del cabalgar poderoso de la ola en busca de romper en la playa o bien de batirse en duelo contra la roca. La suma de todos estos elementos nos permiten disfrutar ese sabor a salitre al cual hay que añadir, cuando el viento arrulla los eucaliptos, omnipresentes en los montes y laderas junto a la costa, y que perfuman con su aroma característico todo el ambiente, acabando de conformar esta atmósfera cuasi mística, ese universo mariñano. Y ayer, me dispuse a retomar todas esas sensaciones.

A todo este disfrute de naturaleza tengo que añadir un componente subjetivo. Me encanta pescar en la mar porque no sé pescar; ni lanzo bien, ni sé leer la mar, ni intuyo dónde pueden estar los peces. Con todo este condicionante cada captura es como ver el cielo abierto, y para mí, un logro que alimenta mi ego de pescador, y cuando no, una cura de humildad y un acicate a seguir aprendiendo. Y definitivamente lo que me gusta de la pesca es la capacidad de mejora, la dificultad ante las capturas y el intento por romper barreras

DSC03239Elegido sobre el ordenador, en base a páginas meteorológicas, el escenario en base al estado de la mar y a la hora del ocaso me pongo en camino. Para poder ver el mar tengo ante mi hora y veinte minutos de conducción. Al llegar ya noto viento en la cara. Monté las cañas, pero enseguida me di cuenta de que me entraba mucho viento y no iba a estar cómodo, amén de que el puesto es bastante reducido, por lo que decido colocarme en el lado contrario de la playa, buscando el abrigo del viento, lo cual implica mover de nuevo cañas y aparejos. Aquí, esta nueva puesta me iba a obligar a lanzar un poco más lejos para alcanzar el canal central de la playa. Hora y media después y sin ninguna picada decido abandonar esta playa y buscar otro lugar.

Al llegar al nuevo lugar elegido pegaba el viento de cara aún con más fuerza, había ido subiendo de intensidad según avanzaba la noche, cada vez más gélido, que incitaba más a recoger los bártulos y regresar a casa que montar los aparejos. Pero esta vez lo expresado en el primer párrafo, la búsqueda de sensaciones, y la armonía con el medio hizo que aguantara dos horas y media con escaso resultado, un sargo por única captura.

Y ya es hora de regresar, recojo y me pongo en camino.Me gusta regresar con esa sensación de que puedo hacerlo mejor, que habrá días más pródigos en capturas, emprendiendo el camino de vuelta con ilusión por regresar pronto a impregnarse de salitre y eucalipto, difuminado entre las sombras de la noche en alguna playa de la Mariña.

1 comentario:

  1. Al menos has podido estar allí y disfrutar de esas
    sensaciones.Las últimas varadas las dí en Septiembre
    y hasta hoy,y de sobra sabes lo mal que se pasa cuando se es "pescador".Quisiera dar algunas más antes de que comience el salmón.Por cierto,te diré que esta año logré coger el Lote 2.Espero que nada me impida ir ya que para Ximonde fallé.Un saludo para tí y otro para tu "amigo del alma".

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