Mientras espero a que ceben, otro de mis entretenimientos es la micología. Aunque, matizando esta definición, diré que mi entretenimiento es la micofagia. Realmente más que un ansia de conocimiento de los hongos me mueve su recolección para degustarlos.
Llevaba tiempo rondándome por la cabeza el interés por las setas. Sopesaba, aunque no era de mi pleno agrado la idea de comprarme una guía para iniciarme un poco en este mundillo. Hasta entonces, lo único que yo era capaz de identificar eran los consabidos boletos que, creo que ya son conocidos de todo el mundo y son más perseguidos que las liebres. Pero, al igual que en la pesca a mosca a la que llegué de la mano de la gente del Club Linea Tensa de Madrid, prefería una asociación o algo similar y así, de repente, surgió en medio de una conversación de bar con un compañero de trabajo la noticia de la existencia de una sociedad micológica aquí en Lugo, a la que acudí y de inmediato me hice socio.
En sus lunes micológicos aprendí los primeros pasos y a diferenciar las especies más comunes, que, mediante preguntas a los expertos, libros, conferencias, cursos y salidas al campo guiadas, me ha permitido ir fijando una serie de hongos comestibles que ya diferencio sin duda alguna, y que me sirven para calmar mi pasión micófaga.
Si queréis más información, en la columna de la derecha de mis webs favoritas disponéis del enlace a la Sociedad Micolóxica Lucus, y no lo dudéis, si algo no os encaja al ciento por ciento, lo principal es que no consumáis el hongo en cuestión, contactar con ellos, amén de grandes entendidos y micófilos, de verdad son buena gente y creo que sabrán responder a vuestras dudas.
Bien, centrándome en mi caso particular, detesto todo aquello que suponga una masificación, llámese apertura de la veda o llámese temporada alta de boletos. He visto escenas que me duelen en el alma, como gente rastrillando pinares en busca de boletos. ¡¡¡pero no se darán cuenta de que lo están estropeando todo!!! Está todo demasiado mercantilizado ya, sujeto a la coyuntura económica que atravesamos o a la codicia de la gente. A mí me gusta todavía aferrarme a un cierto espíritu romántico en mis aficiones, creo que todavía sufro el síndrome de Zalacaín que en mí ha creado el personaje de Pío Baroja. Esto motiva que reniegue de los boletos y me dedique a otras especies y en otras épocas donde el protagonista sean los hongos y yo, sin más gente rebuscando en el monte como locos. Así mis puntos álgidos son los cantharelus cibarius en verano y los cantharellus tubaeformis en esta época, más que nada porque son, a mi entender, los mas sabrosos.
Lo cierto es que he descubierto hace unos años un pequeño rincón, bastante apartado y camuflado entre un zarzal, mi huertecillo, donde en fechas más "lógicas" no hay boletos, pero llegados los primeros fríos es una explosión de tubis, y además, está todo concentrado en no más de 40 m2,
Cada año voy y recolecto con esmero, cortando y tratando de pisar lo menos posible y el huertecillo me lo sabe agradecer.
La última sorpresa es que me ha dado una buena ración de níscalos este ultimo día que he ido para ver como está este año la cosecha; y apunta a buena. Ya he recogido los primeros para hacerme un rissoto y dejar crecer al resto pues si de alguna manera me gustan los tubis es confitados y luego, cortados muy finos mezclarlos con mascarpone y dispuestos en unos volovanes.
No deja de ser un rincón donde evadirme, donde sentirme bien porque rara vez me deja ir de vacío, donde con mimo y sostenibilidad la naturaleza se me muestra generosa, y yo entonces me pregunto si no nos estaremos equivocando y le estaremos esquilmando sus recursos en aras de nuestro ego, de llenar cestas aunque luego no disfrutemos de su contenido, de arramplar con lo que sea aunque se nos pudra en casa o permanezca congelado como los mamuts... así que yo prefiero seguir disfrutando y paladeando mi huertecillo, paso a paso, con producto de temporada. De esta forma, fuera del afán recolector boletil, en compañia de Bruma, mientras ella intenta encontrar un rastro de alguna becada, yo me dedico a ir recolectando los maravillosos tubis que generosamente me ofrece el huertecillo, en completa paz. Un lujo, sin duda.
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