Asomo de nuevo y empiezo a dar señales de actividad después de un período vacacional que no nos ha quedado más remedio que cambiar el vadeador por el bañador y la caña por la sombrilla. Período más que necesario para adquirir atesorar méritos para que las jornadas estivales detrás de los reos no vayan más allá de unos exabruptos en contra de nuestra afición, pero con vía libre para disfrutar del sereno hasta no ser capaces de ver ni la punta de nuestra caña.
Puede pensar el que esté leyendo estas líneas que el problema vacacional tiene muy fácil solución, simplemente intentar pescar allá donde extienda la toalla. Puede ser, pero le veo más inconvenientes que ventajas. Primero llenar aún más el vehículo con un “hardware” que, a ver como logramos camuflar en medio del equipaje, con el consiguiente peligro de la incómoda pregunta de cuándo se ha comprado uno esta caña o carrete, o la más peliaguda que nos obliga a poner cara de póker, de cuánto ha costado, que nos llevará sin duda a incomodas comparaciones con algún regalo realizado. Luego está además conseguir el “software” necesario para hacer rodar todo esto; al ser distinta comunidad, obtener la licencia correspondiente, ver la normativa de pesca (ya de por sí bastante sobrecargada mi cabeza de legislación de las tres comunidades en las que pesco habitualmente) y luego adquirir unas nociones básicas sobre las especies y comportamientos de las mismas que nos permitiesen conseguir alguna captura. Demasiado pan para tan poco queso. Mejor el papel de guiri total y que nos esperen los reos a nuestra vuelta.
Otro agente distorsionador añadido recientemente es el puñetero Whattsapp. Nos hemos aclimatado al calor, a la arena y a la fauna humana que puebla la playa, cuando el móvil empieza a pitar por la llegada de mensajitos de los diversos grupos en los que te han apuntado, y te comienzan a bombardear los colegas con fotos de unos peces estupendos y lo “dóciles” que son este año y las ganas con las que comen… cachis la mar salada (nunca mejor dicho) y que en Gandía esté justamente a 900 Km del festival ¡cómo no doble el mapa! Esto motiva que al ir cruzando por encima del Cabriel, del Tajo, vayan aflorando reminiscencias de truchas serranas en estos ríos, ya lejanos en mi memoria, a la vez que crece la ilusión de verme en medio del agua dulce con los peces comiendo como locos. Se consigue hasta un efecto placebo que logra que hasta las retenciones de la M-40 no deriven en irritabilidad. A lo lejos asoma el Guadarrama en cuanto le atravesemos ya estaremos en Castilla León y aquí ya se puede decir que estamos en territorio conocido, ya hay truchas… cuatro horas más y por fin en casa.
Queda todavía la sorpresa de este tiempo lluvioso que hasta hace unos días hemos tenido, junto con la época del año que tenemos me aboque a dedicar las primeras jornadas en vez de empuñar la caña a guiar la desbrozadora para cortar la abundante hierba que ha crecido durante las vacaciones. Más retraso y más ansias.
Y por fin…
Miércoles tarde. Tengo el permiso, con lo cual obtener el coto va a resultar de lo más sencillo, simplemente acceder a la web de la Xunta, elegir dónde ir, pagar y salir zumbando para no perder un minuto.
El lugar elegido es el coto de Frollais, y el punto de inicio va a ser el límite inferior. De camino comienzo un proceso de debate conmigo mismo que hace que durante el camino mi cabeza sólo quepa lo que va a ocurrir. ¿Comenzaré a ninfa o a seca? Bah, tanto tiempo sin pescar hace que me incline por la seca por su plasticidad. ¿Y que llevo, la Xp de línea cuatro y nueve pies, o la Rainshadow ocho y medio y línea tres? La primera me permitiría manejar con más soltura un tándem o los escarabajos. Por el contrario la Batson es más manejable en lugares más angostos, mas “blandita” con lo cual disfruto más de las capturas… decidido la línea tres.
Y llegó al borde del río. No hay coches a pesar de colindar con un tramo libre y me permite aparcar el coche cómodamente en la sombra…
…pero comienza a nublarse…
Y no en el sentido literal de observación de nubes.
Abro el maletero del coche y me dispongo a enfundarme el vadeador, ¡y me he dejado las mallas en casa olvidadas! Pues con unas muy veraniegas y, para estos menesteres, nada prácticas bermudas tiro hacia adelante. La sensación del roce de mi piel contra el tejido del vadeador, sea neopreno o transpirable, me resulta sumamente desagradable pero ya es tarde para volver por ellas a casa.
Me visto, saco la caña de línea tres, el vivarelli y ¡también me he dejado en casa la bobina de línea tres! Hale caña para la funda y que salte en escena la Xp. Paso la línea me cuelgo los hilos y elaboro el bajo de línea y ato un trico al hilo, gorra y gafas, pero al abrir la funda de las mismas no están. ¡¡La madre que me…!! Las puñeteras Serengueti han estado diez días en búsqueda y captura, removí Roma con Santiago y no aparecían hasta que “afloraron” en un cajón de uso cotidiano, cosas de duendes sin duda alguna. Enfundado con las polarizadas que uso para conducir concluyo la fase de preparación para la pesca.
Cuando me dispongo a iniciar la pesca unas vocecillas de unos niños se acercan de manera risueña. Al verlos el gesto se me torna, llevan toallas al hombro y un neumático inflado. Como son más ágiles que yo, a la que me descuido ya están metidos en un pocete en lo libre justo al final del coto. Bueno, de lo malo me han chafado esta postura, al menos no se me han metido en el coto
Y al fin agua dulce
Ya puestos en faena comienzo a pescar.
No hay mucha actividad y logro un par de subidas nada más. Un poco más adelante en una buena corriente logro capturar dos truchucas pequeñas que no es necesaria ni la sacadera. Al desanzuelar la segunda observo que por el río bajan trozos de algas flotando. Eso sólo puede significar que hay otro pescador por encima de mí también vadeando el río, con lo que decido aflojar el ritmo y pescar más despacio para dar tiempo a las pintonas en vencer el recelo que puede haber provocado el paso del otro pescador. Mas al llegar a una presa rota donde el río gira 90º asoman dos individuos, un chaval joven y otro más maduro por medio del río y, como los corzos mirando para mí y en un estado de alerta. Me quedo mirando y hacen alguna maniobra oculta a mi vista, y en cuanto avanzo unos metros salen por el lado contrario a toda velocidad rio abajo. El joven en camiseta y bañador. El otro, bañador y gafas de bucear. Haciendo un esfuerzo igual puedo llegar a pensar que habían perdido las llaves del coche y venían de buscarlas, pero la razón me niega el argumento expuesto, como mínimo estoy convencido de que estaban pescando a mano, al cacheo. Y esto sería lo mínimo. No vi síntomas de envenenamiento (lejía mismamente), un vago consuelo.
Ni que decir tiene que la cara de tonto que se me quedó al pagar un coto para encontrarte con unos furtivos a sus anchas. Ya el resto de tarde no me lo quité de la cabeza y me arruinó la tarde de pesca. Me moví hacia otra zona para explorar río y me metí en una umbría que no vi ni cebar ni la primera. Si hubo una miaja de sereno, pero este momento no me gusta en exceso, tema que trataré próximamente, que endulzó un poco la tarde pero el amargor persistía en mi ánimo
El repunte del furtivismo
Es un hecho que tengo constatado que desde hace unos cuatro años a esta parte aflora nuevamente el furtivismo.
Este hecho por mí presenciado no es más que un eslabón de indicios que últimamente han llegado a mi conocimiento. Métodos tan variopintos que van desde pesca eléctrica, redes y una explotación del recurso por parte de los pescadores. Que si hoy pican, me llevo treinta que luego otros días voy y no cojo el cupo. También todo lo que tenga aletas va a la cesta o al bolsillo dependiendo del tamaño. Mi impresión es que salvo excepciones, y esa excepción se llama Eo en sus tramos salmoneros, donde sí es constante la presencia de guardería, del resto ni están ni se les esperan. Hay un refrán gallego que reza que “cando faltan os gatos medran os ratos” (cuando faltan los gatos crecen los ratones) que sintetiza perfectamente la situación.
Incluso comentario de barra de bar de gente que no conocía de nada decía uno que antes se echaba una red y sacaba para gastos y que claro, ahora si le pillaban… Y es que es estupendo el planteamiento, el desarrollo de una actividad delictiva efectuado sobre un patrimonio común, un expolio creo que sería la definición correcta. El problema es que es legitimado e incluso jaleado esta actividad delictiva, que hace que sea bien vista por la sociedad en general. Y me pregunto ¿y si yo me dedicara a serrar farolas y a venderlas como chatarra también me legitimarían y me comprenderían? ¿O llevarme los libros de una biblioteca al por mayor y venderlos? También es un patrimonio común de todos. Creo que está instalada la idea de que los peces son de quien los pescan y no, son de todos y cada uno de nosotros, tanto como una farola o un libro de una biblioteca.
Me imagino el cabreo de cualquier ciudadano cuando me vea talar los árboles de un parque público para vender la madera. Claro, los peces se mueven más y es más difícil apercibir su merma, con lo que si llenase mi congelador y lo pregonara a los cuatro vientos encima lograría un “reconocimiento social”. Mientras no veamos al pescador que hace dos cupos como un delincuente y no como un modelo no haremos nada. Ah!! y al almendro que vuelve al pueblo por las fiestas patronales desde Cataluña, Madrid o Euskadi, y a desvalijar el río para la fiesta del pueblo, como antiguamente, con una troitada, que están ricas y en Merca Madrid no las venden como las del pueblo ¡ni tampoco tan baratas!
E insisto, como no haya vigilancia y mano dura en materia sancionadora nos cargaremos todo más pronto que tarde. Opino, que al igual que la bajada en la mortalidad en las carreteras, no ha sido la concienciación, ha sido el miedo a los palos derivados de las multas lo que nos ha hecho más prudentes. Tiendo a pensar que el miedo guarda la viña y en la pesca ni hay miedo ni pudor alguno en atentar contra nuestro patrimonio
Y así fue, como ingenuo de mi, toda la ilusión que traía se dio de bruces con la cruda realidad.