jueves, 30 de mayo de 2013

Dualidades

Aunque me cueste creerlo, en este mes de mayo he ido sólo cuatro tardes a truchas. El primer fin de semana del mes he estado en dos escenarios completamente distintos, antagónicos si se quiere decir así y que me han dejado sensaciones muy, muy diferentes. El viernes, cumplí una promesa que llevaba arrastrando con mi amigo Manolo, la de visitar su río el Iso y de paso conocerlo, al día siguiente, sábado, de vuelta al lote 1 del coto de Foz, pudiendo afirmar sin miedo a equivocarse, que es el sitio más fácil de Galicia donde conseguir una foto con una trucha de dos kilos.
El resultado fue en el primero de los casos media docena de truchas, la más grande palmera y en la segunda unos cuantos reos, un par de ellos notables (hay muy buena entrada) y dos roturas de dos borricas de impresión que me sacaron baking y exabruptos, y se fueron al fondo del pozo sin remisión ni posibilidad de enmienda por mi parte.
Si nos dan a escoger, pienso que todos o casi todos nos decantaríamos por la segunda opción, y sin embargo me ha dejado un sabor más dulce el primer escenario que el segundo. Entiendo que puede causar algo de desconcierto, e incluso se me tilde de mentir como pescador, pero tengo mis motivos

El factor sorpresa

Podríamos llamar así a ese cosquilleo, a ese poner una marca sobre el mapa de conocer algo nuevo. Me encanta llegar a un sitio y pescarlo por primera vez, de no saber qué es lo que me voy a encontrar, si el río es rápido o lento, si tiene grijo o bolos graníticos, etc. es decir, lo primero la conformación morfológica del mismo. Luego adivinar donde pueden estar comiendo los peces si los hay. Por último, la configuración del paisaje.
Y esto me lo ha dado el otro día el Iso. DSC03373Me sorprendió positivamente lo que me he encontrado en el patio trasero de una pequeña ciudad como es Arzúa. Me he encontrado para mi sorpresa un río montaraz, con bastante pendiente, un territorio de mil y una posturas en vez de un reposado río de llanura fluyendo entre prados. Ese tipo de río donde ahora mismo un trico de ciervo al mediodía seguro nos dará capturas sobre todo cuando los rayos del sol logren incidir sobre la lámina de agua, celosamente protegida por los cerros circundantes, y envueltos estos en un bosque típico de ribera que hacen que te sientas aislado, sólo en tu mundo, envuelto en pesca y sólo pesca, sin que exista un mundo exterior. El único nexo de unión con nuestro entorno cotidiano será el reloj, salvo que tengas como fue el caso, toda la tarde y que las horas vienen marcadas por sol ayudado por la propia pendiente de las cerros, que, al declinar el astro rey se reserva en sus altos la luz existente y llena de sombras el cauce y pone punto final a la jornada.
Truchas me ha dado la impresión que sí tiene, porque picadas he tenido y muchas, pero por mi impericia, y, sobre todo ese empeño que tenemos últimamente de pescar a perdigón y sólo a perdigón despreciando la seca, creo que ha jugado en mi contra. En resumen, experiencia muy, pero que muy positiva, y sin duda un escenario a tener en cuenta.

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Más de lo mismo en el Ouro

Llevo pescando el lote 1 del Ouro unos cuatro o cinco años más o menos, y casi estoy en condiciones de afirmar que no hay sitio en Galicia donde tengamos más fácil coger una trucha (o reo) por encima del kilo. Alguien puede pensar en el paraíso… bueno, para gustos están los colores. El problema viene dado porque aunque el tramo son 2,9 Km realmente nos concentramos en 20 m de río. Sí, no hay error en esta aseveración.
DSC00716El punto caliente se sitúa a la salida de la piscifactoría que hay junto al coto y es en esta corriente donde tenemos casi todos los números para clavar una buena trucha. Unos trescientos metros arriba y abajo de este punto también lograremos buenas capturas. Luego, impresión mía y de amigos que también lo han pescado, baja bastante la densidad y lo cierto es que muy pescado, al menos por los titulares de los permisos, no está, aunque me da la impresión de que este coto está bastante furtiveado La guardería, supongo que bien gracias. Yo jamás la he visto...
Es decir, todas las veces que he ido he clavado y siempre en los mismos puntos, con lo que el factor sorpresa se diluye, vamos a tiro hecho… y al final casi diríamos que aburre, es repetir lo mismo año tras año. Me recuerda un poco a la escena de Atrapado en el tiempo, donde Bill Murray se despertaba una y otra vez en el mismo lugar… y una y otra temporada allí están y allí las clavas.

¿pero que queremos entonces?

En lo que a mí concierne, me agrada mucho descubrir lugares, y que esos escenarios se den bien o mal ya depende de muchos factores, pero ante peces suficientes para entretenernos y más si logramos una o varias capturas de mérito será miel sobre hojuelas. Lo demás será un balance puramente “matemático”, tantas truchas de tantos kilos, o muchas truchas, que parece más un tema de competición que de pesca por placer…no es lo mío cuantificar en un simple cómputo una jornada de pesca, como si se tratara de una operación mercantil, despreciaríamos todos los factores que dotan nuestra actividad de cierto halo romántico. De hecho, y como muestra de mi desinterés, a partir de la tercera o cuarta captura suelo perder la cuenta, memoria de pez… Para mí una jornada de pesca es un computo de sensaciones, de entorno, de estar bien con uno mismo y de obtener capturas, de volver plenamente feliz a casa.DSC00721
Aunque también entiendo el ir a pescar a la Pequeña Nueva Zelanda (Alejandro dixit). Una o dos veces por año nos venga bien una jornada en el Ouro para afirmar nuestro ego de pescador e incrementar nuestro repertorio de anécdotas para ufanarnos ante nuestros contertulios, a pesar del entorno del punto en concreto donde concentramos las capturas, tan poco idílico, con la piscifactoría al lado y con malos olores (hay que decir en descargo del río que en general, se trata de un cauce bellísimo y con un color característico de sus fondos que le da nombre), sacrificando belleza por resultados. Sí, he obtenido buenos resultados en este tramo, pero aún nunca he llegado plenamente satisfecho de sus aguas, y dudo que lo haga alguna vez, no me deja margen ninguno a la sorpresa.

sábado, 18 de mayo de 2013

El orden es lo que tiene…

Ya hace unos días que no escribo. El motivo es que, otro año más y van…, me ha vuelto a pillar el toro de la improvisación al planificar la temporada.

Al estar en plena temporada, con alguna que otra escapada al río, es después de cenar el único rato que podría disponer para escribir unas letras en el blog, pero surge otra necesidad, también tengo que hacer moscas. Ahora mismo temo una eclosión de efémeras porque mi único stock de secas son los restos de las cajas que sobró de la temporada pasada, y ¡qué podía esperar! Abro una caja y fácilmente me puedo encontrar un escarabajo montado en un anzuelo con muerte en el ocho en una fila con hormigas en un veinte sin muerte, adyacente a los tricópteros usados y con el tejadillo doblado y casi prefiero no seguir…

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Labores de mantenimiento

Sinceramente tengo una gran envidia de aquellos pescadores que una vez terminada la temporada hacen un buen mantenimiento del equipo, con lo cual al inicio de una nueva temporada tienen su equipo a punto y como nuevo. Paso a enumerar la teoría, que sí me la sé de carrerilla, pero no la cumplo.

Lo primero sería reparar los pinchazos del vadeador, y ver por dónde entra agua. Comprobado su estanqueidad procedemos a lavarlo en la lavadora, secarlo convenientemente y lo guardamos

El chaleco, vaciaremos los mil y un archiperres que llevamos colgados y la infinidad de objetos de lo más variado que moran en los bolsillos, y que al verlos fuera delante nuestro sin duda nos sorprenderemos de la cantidad de peso inútil que portamos. Pues también a la lavadora e igual proceso que el wader.

Botas, un buen fregado con un cepillo adecuado para eliminar los restos de barro, cambiaremos la suela si es menester y después de limpias una revisión ocular nos indicará si hay algún punto en que se empiece a descoser. Si es así, estamos ante unos meses de inactividad que nos permite acudir al zapatero a que nos las cosa convenientemente y sin meterle prisa.

Cañas, no estaría mal un baño de las mismas con agua y jabón neutro, y con un cepillo de dientes limpiar a conciencia las anillas. Secar y guardar

Carretes, limpiar en seco con un cepillo de dientes y engrasar el mecanismo

Líneas, baño en agua y jabón neutro (yo utilizo Norit, el del borreguito), secamos bien y aplicamos un producto específico según se trate de sintéticas o de seda. Guardaremos en un contenedor que nos permita enrollarla en espiras amplias para que no cojan memoria

Cajas, lo ideal sería vaciar su contenido y dejarlas secar al sol para retirar cualquier resto de humedad. Un truco que empleo con las cucharillas para evitar el oxido sería espolvorear una capa de polvos de talco, para que seque o, si las guardamos cerradas introducir en ellas unos granos de arroz, para que absorban la posible humedad

Hago memoria y recapitulo mis actuaciones en labores de mantenimiento y el grado de cumplimiento es ¡Absolutamente ninguno!

 

Reponiendo el stock de moscas

Hay dos corrientes.

La versión previsora en la que sabemos y confiamos en los patrones que tenemos establecidos, nos fiamos de nuestra experiencia adquirida en las horas de montaje y de río y al tratarse ya modelos probados pues lo que vamos a realizar es la producción “estándar” de una mosca. Más que de imitaciones prefiero hablar de patrones, variando simplemente colores.

Hay una segunda versión que la he oído comentar a otro grupo de montadores-pescadores y es la siguiente. Al finalizar la temporada y al desconectar de la misma se produce cierto relajo incluso a nivel cognitivo. Esto hace que una vez que volvemos a la mesa de montaje nos imaginemos la mosca un poco diferente a como en realidad es, en especial al tema de dimensiones del tamaño del cuerpo o la longitud de alas y cercos. El montar las moscas en temporada, defiende este grupo, hará que adquiramos una noción más exacta de las proporciones. Como muestra propongo un ejemplo; en el torno confeccionamos una efémera, puestos en el río capturamos un ejemplar vivo y nos daremos cuenta que con toda probabilidad el grosor del cuerpo de nuestra imitación es cuanto menos el doble que el de la natural.

DSC03167Añado yo como apostilla que esta teoría será enfocada a las secas, porque ahora mismo con la moda de los perdigones, todo se reduce en dar la mejor conicidad posible al cuerpo

Y ahora pensamos ¿Cuántas? Mi opinión, el número que considero adecuado es la media docena en aquellos modelos probados y que vamos a utilizar, salvo aquellas moscas indispensables en la que tenemos una fe ciega que, suelo llevar en las cajas una docena pero dispongo de repuesto en casa, caso de tricópteros, hormigas, etc. Para probaturas, creo que con tres moscas es más que suficiente. El problema viene dado, en mi caso, y casi afirmaría que en general, las probaturas las realizamos cuando no hay actividad, casi en busca del milagro y acabamos pescando siempre con las mismas moscas; es ver una ceba y rebuscar en la caja a por nuestra mosca fetiche. Con lo cual, esos “experimentos” que llegan a nuestro conocimiento vía revistas, foros o cualquier otro medio incluido el boca a boca del tipo “la emergente perfecta”, “el montaje definitivo”, el Armagedón hecho mosca, suelen acabar arrinconadas en nuestras cajas puesto que a la hora de la verdad, cuando delante nuestra tenemos un cebadero nos falta un elemento esencial que debe tener un montaje, una generosa capa de nuestra confianza, el ingrediente mágico que hace pescar. Esto nos lleva a una combinatoria que será caótico para nuestras cajas, por falta de espacio en las mismas, desorden mayúsculo para usar a lo sumo un cinco por ciento de lo que portamos y moscas acumuladas sin uso durante temporadas.  Y no nos pongamos tiquismiquis con el tema de la imitación exacta porque entonces sí que no existe el final de este túnel. Pongamos una efémera y tres tamaños, 16-18 y 20, con exhubia o cercos, con hackle clásico, parachute, comparadum de cdc o de ciervo… resulta que para un bétido nos salen ¡24 moscas! Y no toquemos el tema de los colores que si no…

Resultado, tres cajas con cuatro caras y a lo sumo una docena de moscas aprovechables por caja. Solución teórica (que obviamente tampoco ejecuto) abrir la caja, mirar como si estuviésemos delante de una eclosión y qué mosca elegiríamos. Bien, pues lo que reste en las cajas seguro que es lo que nunca atamos en el terminal y lo recomendable sería retirarlas de las cajas para liberar espacio en las mismas, además, seguro que todos tenemos un amigo que, porque no le gusta o no monta, aceptará de buen grado estas y les dará el uso y la confianza que nosotros les negamos y nos proporcionará información sobre su eficacia.

Mi propósito es a día de hoy, vaciar las cajas y proceder a una ordenación de la manera siguiente Caja uno; tricópteros de pluma, tricópteros de ciervo y la otra cara atractoras tipo double wing; Caja dos Efémeras; Caja tres: terrestres Escarabajos y hormigas.

Esta es la teoría, ahora llevarla a la práctica… permitirme que dude de mi capacidad para plasmar de modo real el párrafo anterior. Como me suelen decir con bastante sarcasmo “el orden es lo que tiene”